jueves, 9 de diciembre de 2010

Las culturas juveniles también en contra el capitalismo

Además de ser victima de la explotación, la juventud sufre una opresión permanente por parte de la sociedad capitalista que le impone su moral y sus valores sobre una generación que es considerada inmadura y rebelde que hay que encausar dentro del sistema. Por eso el capitalismo siempre trata de encasillar a toda la sociedad y en especial a la juventud en los mecanismos políticos, económicos e ideológicos que permiten su reproducción en el tiempo.
Para los jóvenes pobres, negros, indígenas, inmigrantes o que expresan una cultura particular tanto la explotación como la opresión es mucho más salvaje. Son ellos los que engrosan los cinturones de miseria de las grandes ciudades de los países pobres, o los guetos de los suburbios destinados a la población inmigrante en las ciudades de los países imperialistas. Estos jóvenes normalmente son excluidos del trabajo, o contratados en las peores condiciones laborales, incluso en algunas partes del mundo, como mano de obra esclava. Además son sistemáticamente violados sus derechos de expresar libremente su cultura autóctona, o adoptada de las culturas juveniles urbanas.
Los jóvenes de la burguesía y de los sectores altos de la clase media son inmunizados por medio del consumo, del estatus social, cuentan con todas las condiciones y las influencias para acceder a cualquier universidad o al trabajo (los que trabajan), viajan por el mundo y se divierten lapidando grandes sumas de dinero. En cambio los jóvenes explotados se ven excluidos de la capacidad de consumir todo lo que bombardean con publicidad los medios de comunicación, cargando así no solamente con la insatisfacción de las necesidades básicas para la supervivencia sino con la frustración permanente de llegar a los estereotipos que la misma sociedad le induce a alcanzar.
Los que se salen del molde
Esta es la forma en que el capitalismo nos va amoldando y nos va encasillando en la gran máquina, lentamente nos va convirtiendo en un engranaje más del sistema encargado de poner “un granito de arena” para el funcionamiento de la sociedad.
Pero el aceite no alcanza para todas las piezas, no todas pueden funcionar bien aceitadas, y los engranajes entonces empiezan a rechinar. Y muchos jóvenes se niegan a cooperar.
Nuevas generaciones expresan su hostilidad hacia la sociedad que los margina venciendo el individualismo y la lápida del conformismo. Muchas han empezado a encontrar la respuesta colectiva hacia la crisis social que se profundiza y se encarniza con la juventud.
El auge que están teniendo las culturas juveniles son expresión de esa búsqueda y en muchos casos refleja un fenómeno progresivo, que va en el camino de encontrar una salida radical a la crisis del capitalismo que empalme con el carácter radical de esa búsqueda.
Muchas de las expresiones culturales juveniles tienen su origen en fenómenos de marginación y exclusión de la clase obrera.
Sobretodo en los países con gran desarrollo industrial, los hijos de los obreros pronto se ven enfrentados a una situación que no encontraron sus padres, que las alternativas y las posibilidades de empleo y de la estabilidad laboral se han reducido dramáticamente, como resultado existe una sensación de desencanto que se junta con una característica propia de la juventud, el enfrentamiento generacional y el cuestionamiento a la autoridad. La hostilidad irrumpe como respuesta subjetiva a esta realidad y encuentra su mejor espacio en la calle, donde pasa de ser un problema subjetivo y emocional a ser un fenómeno social, urgido de una expresión estética.
Así surgen lazos muy fuertes entre músicas urbanas, formas peculiares de vestir y de adornar el cuerpo, que siguen ligadas por la vía estética a la clase obrera y a la marginalidad social.
El control y la institucionalización, un peligro
La juventud es estigmatizada como una etapa de la vida susceptible a la rebeldía y hacia “actividades delictivas” que cuestionan la autoridad. Este prejuicio se vuelve particularmente peligroso en un país como el nuestro en que los altos niveles de violencia política que ejerce la burguesía. El gobierno ve en la juventud marginada y en el movimiento estudiantil de las universidades públicas focos de “terrorismo” y “subversión” que hay que controlar.
Que un joven exteriorice una particular forma de vestir o de peinado es suficiente motivo para policías y demás autoridades burguesas para que sea asociado inmediatamente con el consumo de drogas y la practica de delitos.
Las expresiones culturales y organizativas juveniles que surgen en medio de la lucha generacional por el reconocimiento y el rechazo a la autoridad, muchas veces termina siendo institucionalizado, ya sea a través del mercado que convierte en mercancía hasta las expresiones mas provocadoras del la juventud, atenuando así su carácter rebelde y radical.
También ciertos jóvenes que se destacan como dirigentes y organizadores de sus contemporáneos, terminan siendo cooptados por los gobiernos o las instituciones quienes terminan convirtiéndolos en agentes eficaces para a aplicación de políticas juveniles y el control férreo de los fenómenos juveniles.
Aunque hay diferencias en el enfoque del problema, finalmente los gobiernos terminan coincidiendo en lo que hay que hacer. Control y supervisión de todos los ámbitos de la vida de la juventud. Por eso se crean burocracias especializadas en el tema, que diseñan políticas para la juventud, para ningún aspecto de la vida del joven escape al control estatal y sus instituciones.
Hoy en varias partes del mundo las políticas de juventud llegan al mismo punto, a la política de “tolerancia cero” que aplica el gobierno yanki a los problemas de su juventud, para la cual la pedagogía predilecta es la represión y la reclusión.
Pero más allá de las políticas de institucionalización y control de la juventud enfrentar la crisis social y sus efectos en la juventud lo que le interesa a la burguesía y sus gobiernos el mantener el orden social, que le permita explotar y acumular ganancias con las menores perturbaciones posibles. En este caso los pilares del estado capitalista salen a relucir, los aparatos represores del estado, la penalización más temprana de jóvenes y la utilización de la Policía como fuerza de choque contra la juventud.
Para la muestra está la ley de infancia aprobada este año que penaliza desde los 14 años la delincuencia juvenil y la generalización del uso de los cuerpos antimotines de la policía en especial el ESMAD reflejan esta concepción.

Francis Bacon

Tomado de "El Socialista"

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