Manifestación en Helsinki (Finlandia) contra la intervención soviética
en Checoslovaquia. Varios carteles dicen:
Viva Dubcek.
Revolución de 1968, o simplemente
el 68, es un término de gran éxito mediático, pero de difícil precisión historiográfica, incluso de debatida calificación como
revolución.
A veces se habla de ella como de un
ciclo revolucionario (como el de la
revolución de 1848 o la
revolución de 1989), por la coincidencia temporal en el
año 1968 del
Mayo francés -que se suele considerar el
epicentro del movimiento- con hechos y procesos similares. Movimientos ligados a la
revolución de 1968 pueden localizarse, entre otros países
en
Estados Unidos (protestas contra la
Guerra de Vietnam, especialmente las que tuvieron lugar durante la
Convención Nacional Demócrata de 1968, el
Movimiento por los derechos civiles -de más amplio recorrido, pero que significativamente sufrió ese mismo año el asesinato de dos líderes significativos:
Martin Luther King y
Robert Kennedy-, el
Festival de Woodstock-1969- y otros hechos y procesos relacionados),
Checoslovaquia (
Primavera de Praga, con su propuesta de
socialismo de rostro humano quizá el desencadenante o precipitante
del movimiento parisino, mientras que su represión por los soviéticos significó una honda decepción en gran parte de la opinión
progresista occidental),
México (
matanza de la plaza de Tlatelolco, coincidente con la celebración de los
Juegos Olímpicos de México 1968) y
España (
algunos movimientos universitarios de
oposición al franquismo, de mucha menor entidad). Otros países europeos sufrieron notables sacudidas un poco más tarde (el
otoño caliente de 1969 en
Italia, o las movilizaciones laborales de 1972-1973 en
Gran Bretaña). La similitud de la
Revolución Cultural china es menos evidente (estuvo dirigida desde el poder por el propio
Mao, que dirigió una gigantesca movilización juvenil -
Libro Rojo- contra sus enemigos dentro del aparato del
Partido Comunista Chino) aunque sí se percibía como tal entre los grupos occidentales que pretendían inspirarse en ella.
El 68 como movimiento social, cultural y político
Tales
movimientos del 68 compartieron de un modo muy impreciso la misma dimensión cultural o política, con gran
presencia estudiantil, de naturaleza
asamblearia (más o menos
manipulada o
espontánea), pero siempre desbordando los cauces de
participación ciudadana convencional,
sindicales o
políticos. Era muy habitual que se materializaran en
ocupaciones de facultades y fábricas, o en
protestas callejeras que, independientemente de su carácter inicial (
sentadas, manifestaciones), solían derivar en alteraciones más graves, con destrozos, levantamiento de
barricadas y enfrentamientos con la policía. Sus reivindicaciones eran habitualmente poco evidentes: aunque se iniciaban por problemas concretos, se terminaban haciendo genéricas, demandando la solidaridad y conexión con otros grupos, transformaciones altruistas y universales o vagas propuestas de
autogestión. Su protagonismo estaba muy disperso entre grupos atomizados de confusa identificación: distintos
movimientos sociales (
pacifistas,
feministas,
homosexuales, primitivos
ecologistas, etc.), distintos
movimientos culturales (
beatnik,
hippie,
happening,
psicodelia, etc.) y distintos
movimientos políticos caracterizados por su distanciamiento tanto de los Estados Unidos como de la
Unión Soviética (
anarquistas,
extrema izquierda -
trotskistas,
maoístas,
situacionistas-, etc), rasgo del que incluso participó la aparición del denominado
eurocomunismo entre los partidos comunistas de Europa Occidental.
El 68 como cambio social y generacional
Otro rasgo común es la ausencia de éxito inmediato de las insurrecciones, una de las razones para calificarlas propiamente de
revueltas y no
revoluciones. No obstante, su impacto, medido
generacionalmente (lo que suele denominarse el
espíritu del 68 o
sesentayochismo) suele considerarse mucho más importante que su fracaso relativo. El 68 representó la irrupción de una
juventud posterior a la
Segunda Guerra Mundial (la denominada demográficamente como el
baby boom) que, a pesar de (o precisamente a causa de) estar recibiendo un nivel de formación educativa muy superior a la de sus padres (quienes se la estaban proporcionando confiados en su capacidad de generar
ascenso social), parecía no compartir los
valores de estos, ni encontrar sitio en una sociedad que percibían como
encorsetada, llena de
convencionalismos arcaicos y necesitada de
cambios. Se ha llegado a decir que "por primera vez una clase de edad (adolescente y juvenil) tomó el relevo de las clases sociales".
Los términos
burgués,
capitalista,
empresario,
patrón o incluso
viejo, se aplicaban como insulto (no pocas veces junto al epíteto
cerdo). El
encuadramiento de estos jóvenes se producía habitualmente fuera de las
instituciones tradicionales de
participación política y social, de forma poco coordinada en una pléyade de organizaciones de los denominados
movimiento estudiantil,
movimientos juveniles o
contracultura.
Se ha interpretado la
revolución de 1968, particularmente en los países occidentales, como resultado del prolongado periodo de bienestar económico, que generó un nuevo tipo de
demanda social, ligado a nuevos patrones de
ocio, de
trabajo, de
consumo y de
socialización en la juventud, hasta entonces inverosímiles. En general, se acusa
al 68 de la crisis de los valores tradicionales propia de la sociedad contemporánea, que tras el paso de la
sociedad preindustrial a la
sociedad industrial o
sociedad de consumo de masas, se encaminaba hacia la
sociedad postindustrial.
La posterior
crisis del petróleo de 1973, con el problema del
desempleo, generaría otro tipo de inquietudes, de signo opuesto, en la juventud de los años 80 y 90; cuyo estereotipo consistió en ser más materialista (en el sentido vulgar) y egoísta,
desencantada y desmovilizada (
pasotismo), que despreciaba
la revolución para buscar soluciones individuales o el éxito personal (en el caso de los negocios, los denominados
yuppies).
Los medios de comunicación y el cine del 68
El papel de los
medios de comunicación fue muy destacado: por primera vez en la historia existía la posibilidad de llegar a un gran público con imágenes de
televisión; y, como ocurrió con la propia guerra de Vietnam, el medio demostró no ser tan
dócil al poder como habían pronosticado las
distopías (
1984 de George Orwell). El impacto (sobre una audiencia todavía muy
virgen) de imágenes de manifestaciones, barricadas, cargas policiales o hechos de mayor violencia proporcionaban insospechadas capacidades de protagonismo a quien demostrara tener suficiente habilidad, fortuna o falta de escrúpulos para ello. La
propaganda por el hecho y la
acción directa que habían imaginado los anarquistas de finales del siglo XIX encontraban una enorme caja de resonancia. El mismo general
De Gaulle, tras una penosa intervención televisiva que evidenció su envejecimiento físico, tuvo que renunciar a la imagen, para volver a los discursos
radiofónicos que tan buenos resultados le dieron durante la
Resistencia al nazismo, y que volvieron a demostrarse eficaces en esta ocasión.
En la época de la
nouvelle vague (nueva ola -grupo de cineastas franceses surgido en los años 50-) y del
cinema verité (cine de la realidad), las manifestaciones y ocupaciones de fábricas y facultades fueron filmados por
documentalistas muy próximos a los mismos protagonistas (grupo
Medvedkine), incluyendo extensas entrevistas y debates en grupo. Lo adecuado de lo audiovisual como medio de expresión de los movimientos de la época hizo que, tanto entre las distribuidas minoritariamente (pases en versión original, salas
de arte y ensayo o locales improvisados) como incluso entre las películas
convencionales, haya una abundante muestra de
cine del 68 en el que, por unas u otras razones, los
jóvenes del 68 se identificaban, convirtiéndose en referente de la época.
En cuanto a los medios de comunicación escritos, el
ambiente del 68 generó
publicaciones alternativas que utilizaban canales de distribución no comerciales como los
fanzines. Por otro lado, los
dazibaos (murales inspirados en el ejemplo chino) o las
pintadas callejeras se convirtieron en vehículos de expresión individual y grupal.
Los intelectuales y el 68
El prestigio de los
intelectuales más o menos cercanos al
marxismo, al
existencialismo o al
estructuralismo, no necesariamente próximos entre sí, era muy alto en las universidades -verdaderos centros del movimiento-, desde
Berkeley en California hasta la propia
Sorbona en París, la
London School of Economics en Inglaterra y la
Universidad Libre de Berlín:
Noam Chomsky (cercano al anarquismo y al trotskismo);
Louis Althusser,
Jean Paul Sartre[14] y su
compañera Simone de Beauvoir (cercanos al Partido Comunista Francés, del que en algún caso se acabaron distanciando
),
György Lukács y
Lucien Goldmann (corriente denominada
humanismo marxista), la
escuela de Frankfurt (
Marcuse,
Adorno,
Horkheimer,
Habermas) los historiadores marxistas británicos (
E. P. Thompson,
Eric J. Hobsbawm) o la
Escuela de Annales en Francia (
Braudel); a los que hay que sumar el renovado interés por un filósofo de pasado polémico (cercano al nazismo) como era
Martin Heidegger, o por una excéntrica tríada de rumanos exiliados de muy divergente trayectoria, pero amigos entre sí:
Cioran,
Mircea Eliade y
Eugène Ionesco (uno de los cultivadores del
teatro del absurdo, muy apropiado para
epater le bourgoise -escandalizar al burgués-). Podrían añadirse muchas otras figuras o corrientes, como las ligadas al
psicoanálisis (
Jacques Lacan,
Erich Fromm). La producción intelectual de muchos otros sería más bien resultado o expresión de la propia
revolución del 68, en lo que se ha venido en llamar la
postmodernidad, como la de
Jacques Derrida (
deconstrucción) o gran parte de la obra de
Michel Foucault.
La relación de estos intelectuales y otros de otras corrientes con el movimiento estudiantil no fue de maestros a discípulos. De hecho, es la época de la
antipsiquiatría y la
renovación educativa (
Summerhill,
Benjamin Spock,
Paulo Freire,
el
Libro rojo del cole ) popularizadas en películas como
One Flew Over the Cuckoo's Nest (Alguien voló sobre el nido del cuco,
Miloš Forman, 1975 -adaptación de la novela de 1962 de
Ken Kesey, una de las figuras visibles de la
psicodelia y la
contracultura-) o
To Sir, with Love (Al maestro con cariño,
James Clavell, 1967, readaptación de
Blackboard Jungle -Semilla de maldad, 1955-) protagonizada por un profesor que conecta con un grupo de alumnos indisciplinados de un barrio marginal.
No se admitía la
autoridad, el aprendizaje memorístico estaba desprestigiado, el alumno debía construir su propio aprendizaje (
constructivismo) y los profesores debían aprender más de sus alumnos que éstos de aquéllos. Era muy comentado que en la Revolución Cultural china, los profesores acusados de
desviacionismo o
aburguesamiento eran
reeducados y se les
castigaba a manos de sus alumnos, humillándoles, golpeándoles u obligándoles a llevar orejas de burro (posteriormente, en una versión más radical, como fue la de los
jemeres rojos de
Pol Pot -1975-1979-, fueron uno de los objetos principales del
genocidio camboyano).
No hubiera sido adecuado a la naturaleza de los movimientos de 1968 que los
padres ocuparan funciones rectoras: fueron líderes (aunque ellos mismos negaban cualquier condición dirigente) los jóvenes más carismáticos surgidos del propio movimiento estudiantil, como
Daniel Cohn-Bendit (
Dani, el rojo) o
Rudi Dutschke. El propio Sartre reconocía ese protagonismo juvenil:
Hay algo que ha surgido de ustedes que asombra, que trastorna, que reniega de todo lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo que yo llamaría
la expansión del campo de lo posible. No renuncien a eso.
Esa
espontaneidad juvenil, y esas expectativas
utópicas, en un clima
vitalista que puede calificarse de
bonheure revolutionnaire (felicidad revolucionaria), está presente en los archiconocidos lemas
del 68, algunos aparecidos en
pintadas:
La imaginación al poder. Prohibido prohibir.
Seamos realistas, pidamos lo imposible.
Queremos el mundo, y lo queremos ahora.
No te fíes de alguien que tenga más de treinta años.
Si no formas parte de la solución, formas parte del problema.
Las repercusiones intelectuales de la revolución del 68 no han dejado de suscitar controversias. Desde el punto de vista
conservador[27] se la suele considerar la responsable de la
anomia, el relajamiento de costumbres (especialmente en el terreno sexual -
revolución sexual-:
divorcio,
aborto,
relaciones prematrimoniales,
anticonceptivos -la
píldora se comercializa desde 1960-,
liberación de la mujer, modas indecorosas -
minifalda de
Mary Qant en 1965-, música
inapropiada -en algunos casos
satánica-
), pérdida del respeto
patriarcal y a la autoridad (por ejemplo, el
tuteo generalizado), utilización de
drogas, desprecio de la
ética del trabajo. Incluso el Papa
Benedicto XVI ha calificado a la
mítica revolución de 1968 como el
segundo iluminismo (comparándola con la descristianizadora
Ilustración del siglo XVIII).
De hecho, la propia Iglesia Católica estaba inmersa en esa época en un proceso de
aggiornamento (traducible por
puesta al día) suscitado por el
Concilio Vaticano II y el pontificado
progresista de
Pablo VI, y del que eran muestra los cambios litúrgicos (misa en lengua vernácula, música
pop en los templos) y movimientos como los
curas obreros o la
teología de la liberación. En 1968
Hans Küng redacta una
Declaración por la libertad de la teología que fue firmada por más de mil teólogos del mundo entero.
El 68 y la lucha armada
La simpatía por los
movimientos de liberación nacional y el movimiento
tercermundista llegaba al punto de la fascinación por la figura del
Che Guevara (fusilado en Bolivia en 1967), cuya imagen se imitaba (boina, pelo y barba) además de convertirse en un
icono presente en todos los ámbitos imaginables (pósters, camisetas) que lo convirtieron en un verdadero
santo laico. Parecida utilización tuvo la también controvertida figura de
Malcolm X, víctima de un atentado de sus antiguos compañeros de la
Nación del Islam en 1965 y cuyo activismo fue continuado por diversos grupos (como los
Panteras Negras) cuya grado de relación con la violencia, su
criminalización o incluso su manipulación por parte de las autoridades ha sido muy discutida. Gran repercusión tuvo el escándalo consiguiente al
saludo del Black Power en los Juegos Olímpicos de 1968. Los siguientes
Juegos Olímpicos de Múnich 1972 presenciaron el
secuestro y asesinato de once deportistas israelíes por parte de un comando de terroristas palestinos (
Septiembre Negro).
La existencia de activistas radicalizados procedentes de las movilizaciones del 68, coordinados en grupos que deseaban una implicación mayor en lo que se denominaba
lucha armada, llevó a la constitución de verdaderos
movimientos terroristas con diversos fines, muchas veces amalgamados:
anticapitalistas (
Fracción del Ejército Rojo en Alemania -formado en 1970 por
Andreas Baader y
Ulrike Meinhof, procedentes del movimiento estudiantil del 68-,
Brigadas Rojas en Italia -1969,
Mario Moretti-),
nacionalistas (reactivación del
IRA en la Irlanda del Norte británica, fundación de la
ETA en el País Vasco español), o de difícil clasificación (el grupo norteamericano que saltó a la fama por el secuestro de
Patricia Hearst); pero todos ellos intentando aplicar doctrinas insurreccionales experimentadas en las guerras anticoloniales (sobre todo la
Independencia de Argelia y la
guerra de Vietnam) o en la
revolución cubana: concepto de
guerrilla urbana, principio de
acción-reacción y la imagen del
revolucionario como
pez en el agua. También se popularizaron otras expresiones similares originadas en citas del
libro rojo de Mao, como la consideración del
imperialismo y el
capitalismo como
tigres de papel, cuya fortaleza era solo aparente. El mismo sentido tenía una frase muy citada de Che Guevara (de 1967), en la que reclamaba el surgimiento de
muchos Vietnam.
Se suele señalar la inspiración que el
sesentayochismo proporcionó al surgimiento de movimientos armados latinoamericanos (
Montoneros en Argentina,
Sendero Luminoso en Perú) o a la continuidad de los preexistentes (
Tupamaros en Uruguay, una de cuyas acciones fue reflejada por
Costa-Gavras en la película
État de Siège -Estado de sitio, 1972-). Más extraña y desconectada de los movimientos locales, pero también partícipe del mismo ambiente generacional, fue la trayectoria personal del enigmático terrorista internacional de origen venezolano
Ilich Ramírez Sánchez (
Carlos o
el Chacal).