jueves, 9 de diciembre de 2010

El escándalo sobre los encapuchados: cacería de brujas

Desde cuando la senadora uribista Gina Parodi puso el grito en el cielo al mostrar videos de estudiantes encapuchados haciendo un mitin en la Universidad Distrital, en Bogotá, se ha desatado una ofensiva, desde los palcos parlamentarios y los medios de comunicación, contra el movimiento estudiantil y las universidades públicas.
 ‘Parodya’ y para-noia
Desde los medios de comunicación se ha desarrollado toda una campaña de estigmatización que ha estado dirigida por lo más reaccionario del periodismo colombiano. Programas de opinión como La Noche han servido de caja de resonancia para esta ofensiva mediática, donde casi teatralmente se señala a los estudiantes universitarios como ‘terroristas’ y a las universidades como ‘santuarios’ de las milicias urbanas de las Farc.

En realidad los videos estaban colgados en internet desde hace meses, la presencia de estudiantes encapuchados en las universidades existe desde hace décadas y cada cierto tiempo el tema de la infiltración de grupos guerrilleros en los centros de educación pública superior inflama los airados pulmones de la reacción.

Este escándalo se da en medio de los esfuerzos del gobierno de amplificar la llamada ‘Farcpolítica’ para tapar los constantes escándalos que involucran a altos funcionarios y a sus aliados con la parapolítica. Hace solo unas semanas el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, anunció que en unos computadores incautados encontraron toda la información de las redes de milicianos de las Farc en las ciudades, días después saltaron las denuncias de la senadora Parody. Además el uribismo, ante la derrota electoral en Bogotá, viene tratando de presionar al gobierno distrital en manos del Polo con el tema de la seguridad.
Ofensiva para privatizar
Esta ofensiva tiene el objetivo de golpear al movimiento estudiantil que en los últimos años ha enfrentado los planes contra la universidad pública, y que en su punto máximo el año pasado fue uno de los sostenes más fuertes del paro del sector educativo. Este movimiento, a diferencia de lo que pretenden mostrar, ha empezado, lentamente, a adoptar métodos democráticos de discusión y movilización de masas que se contraponen a la imagen de ‘estudiantes delincuentes’ haciendo escuela para ‘terroristas’. El mensaje que quieren imponer el gobierno y los medios de comunicación a los estudiantes y sus familias es que a las universidades solo se puede ir a ‘estudiar’ sin involucrarse en cualquier cuestión política y menos rechistar por la aplicación de los planes de liquidación de la universidad pública.
Un discusión necesaria
El movimiento estudiantil como un reflejo de su conciencia democrática ha reaccionado movilizándose contra el gobierno y sus voceros en el parlamento y el Concejo de Bogotá, defendiéndose de la estigmatización y la ofensiva mediática.

Pero a la par que se da esta respuesta a la perversa campaña del gobierno, tenemos que volver a discutir al interior de las universidades las nefastas consecuencias que hasta ahora ha traído el método de la capucha y la idealización de ésta como un símbolo de mística revolucionaria.

Este método, lejos de propiciar la organización de los estudiantes para defender sus derechos, no pasa de ser un símbolo del aislamiento de los grupos de vanguardia, que si bien cuentan con la simpatía de algunos sectores, provoca también el rechazo de importantes franjas del estudiantado despolitizado, facilitándole argumentos a las posiciones de derecha dentro de las universidades.

Que la capucha es innecesaria para adelantar la protesta masiva y democrática de los estudiantes se ha puesto de manifiesto en los años recientes. Cuando un sector estudiantil amplio enfrenta las políticas de la administración y el gobierno acuden a la participación en asambleas abiertas y a la protesta callejera, concitando el apoyo de la población y obligando a los grandes medios de comunicación a cubrir de manera más objetiva las razones de la protesta, poniendo en evidencia también las maniobras del gobierno y la arbitrariedad y brutalidad de las instituciones represivas del Estado. La protección de los activistas y dirigentes dependerá, en buena medida, más que de ocultar el rostro, de presentarlo de manera abierta ante las bases promoviendo la organización estudiantil y exigiendo garantías para el ejercicio de las libertades democráticas, dentro y fuera de los claustros.

Tomado de "El Socialista"

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